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Historia


Desde 1890
Tradición renovada

L a tradición vitivinícola de la familia se remonta al siglo XIX, cuando D. Manuel Hurtado toma las riendas de la hacienda familiar, hasta que uno de sus hijos Jesús vuelve de África por haber sido llamado a filas para la Guerra del Rif, destinado en Larache.

Teniendo viñedos en varios pueblos de Rioja Alta, como Huércanos, Medrano y Entrena. La primera bodega se construye bajo tierra, en el Barrio de Las Bodegas de Entrena. En esos años, el vino iba destinado al consumo local a granel porque los volúmenes de producción eran reducidos.

E n la actualidad es la cuarta generación la que sigue este arraigo familiar con una nueva filosofía de vida.

Cuidando con esmero y conservando nuestros propios viñedos en Rioja y en Tierra de Castilla. Pero siempre con la misma ilusión del principio, el deber del trabajo bien hecho.

T eniendo viñedos tan singulares y de poco rendimiento como los nuestros, pero con una calidad en las vides inmejorable, la cuarta generación decide empezar a comercializar sus propias marcas de vino. Hasta este momento, se elaboraba el vino para la venta a granel para las grandes bodegas de Rioja. La quinta generación que con su entusiasmo y juventud deciden colaborar en sacar adelante este proyecto.

Al frente de Bodegas Irekua está una familia acostumbrada al valor del trabajo bien hecho, recordando con gratitud y amor, la labor que en su día, Benito y María, hicieron por mantener a su familia y conservar este legado.

En los años 70, Benito y María fueron pioneros en vivir fuera de España, conociendo así otras culturas y experiencias. Esa filosofía por saber más allá de las fronteras, fue la que impregnaron a sus tres hijas. Aunque fue la pequeña, María, (o Marichu, como la llaman cariñosamente en casa), la más aventurera y viajera de las tres hermanas, quién junto con Juan Carlos tomaron la decisión de continuar con la tradición vinícola familiar. De hecho Juan Carlos y María se conocieron en pleno corazón del Sahara, Argelia.

“Benito y María nos tranmitieron el valor y el cariño por la tierra, cómo el esfuerzo diario y honesto siempre tiene su recompensa. Nos regalaron el amor por la vida, su fe en el mañana, su confianza y esa manera tan especial que tenían de dar, sin esperar nada a cambio. La puerta de la bodega siempre estaba abierta, para ofrecer al que pasase por allí, un saludo y un vaso de vino con algo más. Siempre bienvenido, por muy folastero que fuese. Una magnifica calidad humana y una entrañable manera de vivir”.

" Todos eran bienvenidos en la Bodega, y a cualquiera que pasara se le recibía con una copa de vino y algo que comer. La puerta siempre estaba abierta. Su calidad humana y forma de vida era inspiradora".

El lema de Gelmer Wines

Ecología, Medio Ambiente y Sostenibilidad